En honor a las madres
Casi todos los países tienen un día especial para celebrar a las madres, en muchos es el segundo domingo de mayo, en otros el último, o algún otro día del año, pero sin duda es una de las festividades más famosas. Y aunque es valioso dedicarles un día completo a un ser tan especial, las madres merecen lo mejor de sus hijos cada día, todos los días, porque ellas han estado ahí para nosotros siempre.
En las Escrituras, encontramos a principios del capítulo 6 de Efesios el deber que Dios nos ordena de honrar a nuestros padres. Esto lo podemos manifestar de diversas maneras con tal de cumplir el mandamiento y agradar a Dios. Así que más allá de los regalos materiales del día de las madres, te recomiendo llevar en práctica estos consejos:
Honra a tú madre con palabras
No todas las personas son igual de expresivas, pero esto debe ser algo en lo que siempre estemos mejorando. Ser capaz de decirle a tu madre cada día lo mucho que la amas es algo que la llenará de alegría ya aprecio. Algunos quienes han perdido a sus madres se lamentan de todo lo que no le llegaron a decir. Que no sea este tu caso, no dejes nada por decir.
“Te amo”
“Gracias por todo lo que te preocupas por mi”
“Eres una mujer muy trabajadora y esforzada”
“Me inspiras a ser mejor”
“Tu eres mi ejemplo a seguir”
Destaca todas sus fortalezas y sé agradecida por todo lo que ha hecho para bendecirte y para modelarte un buen comportamiento. Y no solo se lo digas a ella, dile a los demás acerca de todas las fortalezas y virtudes que caracterizan a tu madre, eso también es darle honor.
Ahora, no por el hecho de ser madres, ya son mujeres perfectas. Sabemos que ellas también tienen defectos, al igual que nosotras. Pero, pongámoslos a un lado, olvidemos lo que haya que olvidar, perdonemos lo que debamos perdonar y saquemos a la luz lo bueno que existe en aquellas que nos han dado la vida.
Honra a tú madre con acciones
Lo segundo es darles honor a nuestras madres con nuestros hechos, con lo que hacemos por y para ellas. Aquí aplican nuestro servicio, cuidado físico y económico y el tiempo que le dedicamos a cultivar nuestra relación madre-hija.
Servicio
Ya sea que vivas con tu madre o no, es una buena obra si le ayudas a llevar a cabo algunos quehaceres del hogar, diligencias o ayudarla en su trabajo. Recuerda que como cristianas el servicio a los demás debe estar presente en nuestro testimonio y cuanto más serles útil a aquellas que nos han servido tanto desde nuestra niñez. ¡Ahora es nuestro turno!
Cuidado físico y económico
Como mencioné, nuestras madres nos han cuidado desde que estuvimos en sus vientres, nos alimentaron, nos enseñaron a caminar a cocinar, a ser organizadas y muchas otras habilidades. Así que lo menos que podemos hacer por ellas ahora es cuidarlas en vista de que sus fuerzas y salud ya no son las mismas.
Igualmente, si generamos algún ingreso estamos llamadas a cubrir sus necesidades y darles aportes frecuentes. Recordemos que “si alguno no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8).
También, vemos como Jesús condena a los fariseos que no ayudan económicamente a sus padres diciéndoles que lo que tenían era cobran, es decir ofrenda para Dios (Mt 7:11). Estos versículos nos muestran cuan interesado esta Dios en que aportemos económicamente para nuestros padres. Sí, debemos ofrendar para Dios, pero no podemos hacer de esto una excusa para no tener qué darles económicamente a ellas.
Cultivar la relación
Finalmente, lo ideal es que tu relación con tu madre sea cultivada constantemente. ¿Les gusta el café? Pues cualquier tarde es perfecta para sentarse a compartir una taza de café y conversar. O pueden salir a comer un helado, o a caminar. Lo que deseen y ambas disfruten es válido. Lo importante es hablar, pedir y escuchar sus consejos, generar confianza la una hacia la otra, desarrollar una amistad.
Te aseguro que puedes hacer mucho mas, pero si empiezas por llevar esto a cabo verás nos solo la satisfacción de tu madre hacia ti y su orgullo maternal sino también la bendición de Dios, pues honrarla a ella y a tu papá es el primer mandamiento con promesa.