Esperanza eterna
Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
Romanos 6:22
Cada vez que viajo lejos de casa encuentro tranquilidad y felicidad al recordar que pronto volveré a mi hogar. No importa cuan interesante, hermoso, y divertido sea el lugar en donde me encuentre, siempre me encuentro anhelando estar de vuelta en “My Happy Place”.
Pensando en esto, considero que como cristianas este debería ser nuestro mismo sentir en cuanto al cielo. Entender que somos peregrinas y extranjeras y que no pertenecemos a este mundo. Cuando tenemos nuestra mirada puesta en el cielo nuestras prioridades cambian. Ya no le damos tanto valor a lo que este mundo puede ofrecer pero a la esperanza que nos aguarda de reunirnos con nuestro amado Señor.
El cielo es nuestro verdadero hogar. Una de las bendiciones que hemos obtenido al recibir a Jesús como nuestro salvador es la esperanza de vida eterna. La esperanza eterna es esa garantía de que nos hemos de reunir con Dios en el cielo: Ya sea que partamos de este mundo o que el regrese por su pueblo.
Sin importar en qué parte del mundo te encuentres: si has recibido a Cristo como tu Salvador este mundo no es tu hogar.
Cuando entendemos que el mundo NO es nuestro hogar…
- Somos más intencionales en sembrar para el reino de Dios.
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
(Mateo 6:19-20).
De todo lo que hagamos (o no hagamos) mientras estemos aquí en la tierra vamos a dar cuenta delante del Señor. Así como en la parabola de los talentos, Dios nos ha de pedir cuentas de los recursos que el ha puesto en nuestras manos para promover su reino. No dejes que las cosas de este mundo quiten tu mirada de lo que realmente importa. Esfuérzate en trabajar para el reino de Dios, al final de cuenta eso es lo único que no es perecedero.
- Vivimos con manos abiertas.
Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. Job 1:21
Vivir con manos abiertas implica que entendemos que todo le pertenece a Dios y el decide que nos da y que nos quita. Como seremos humanos este no es un concepto sencillo, mucho menos fácil de aceptar o asimilar. A medida que vivimos aquí en la tierra creamos un apego a las cosas de este mundo. Pero cuando ponemos nuestra mirada en las cosas de arriba, y no en la de la tierra somos más receptivas a aceptar la voluntad de Dios para nuestras vidas. Esto no implica que no habrán situaciones que no entenderemos o que nos han de causar dolor y frustración, pero si implica que cualquiera que sea nuestra circunstancia vamos a elegir bendecir el nombre del Señor en todo tiempo.
- Estamos a la expectativa de llegar a nuestro hogar.
Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Filipenses 1:21
Hay un corito bien conocido que dice, “No puede el mundo ser mi hogar. En gloria tengo mi mansion. No puede el mundo ser mi hogar”. La Biblia nos habla sobre lugares celestiales que Dios ha preparado para aquellos que le aman. Pablo considera el morir una ganancia pues esa era una oportunidad de poder reunirse con su Señor. Ahora bien, vamos a ser honestas, la idea de morir puede ser atemorizante. Pero cuando recordamos que al morir hemos de ver al Señor cara a cara, el sentimiento de temor debería ser reemplazado por gozo.
NO desperdicies tu vida: Dios te ha creado con un propósito. Como dice el verso en Eclesiastés 9:10, “Todo lo que te viniere a la mano hacer, házlo según tus fuerzas”. El Señor está cerca!