Cuando lo que pedimos NO es lo que recibimos
Escrito por: Yelitsa Ángeles
“[…] Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.” Mateo 26:42
Es posible que al leer el tema de este artículo pensarás en algo que una vez pediste, quizás con mucha fe y ruego, pero que nunca recibiste. Cabe destacar que esa petición no era un capricho tuyo; tal vez pedimos por la sanidad de una persona, por una situación emocional/sentimental o de pareja, un problema familiar, un suceso en tu lugar de trabajo o algo en cuanto a tus estudios. Pienso que si el poder de resolver estas cosas estaría en las manos de cualquier persona, al ver tu apuro, dolor e interés, sin duda lo habría hecho. Y si fuera así, entonces ¿Por qué Dios, quien es nuestro Padre y cuidador, no lo concedió?
Cuando esas preguntas llegan, pensamos que Dios no nos ama, o mas bien que nunca nos amó. Pensamos que se nos acabó el mundo, que ya todo está perdido, que no hay escape y que para nada sirvieron nuestras oraciones, sacrificios, lágrimas y ruegos. Pero que bueno que Dios no piensa así. Quiero recordarte que Sus pensamientos son por mucho, más altos que los nuestros (“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. […] Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” -Isaías 55:8-9).
Partiendo de este punto, desearía que tengamos en claro dos cosas. Esto nos ayudará a estar más tranquilas, a confiar más en la fidelidad de Dios y a aceptar su voluntad:
1) Todas las cosas fueron creadas por medio de él y para él (Col 1:16-17)
Y cuando la Biblia dice “todas” es todas. Es fácil “enojarnos” con Dios cuando sentimos que Él no escucha nuestra oración por algún ser querido, pero… ¿Te has detenido a pensar que Dios AMA a esa persona independientemente de si pides por ella o no? En sus manos está su vida. Lo que para nosotros es un milagro, para Dios es algo que Él ya tenía predeterminado. De Él venimos y a Él algún día volveremos. Mientras estemos en esta tierra, somos frágiles, mortales, sufridos… más Él ha prometido vida eterna a los que le reciben y la corona de vida a aquellos que perseveren (en Él) hasta el fin (Juan 3:16 – Apocalipsis 2:10).
2) Antes de que existiera la fe, Su voluntad estaba primero (Gé 1:1).
Utilizo este verso como referencia porque es simple “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Nos será de mucha ayuda entender que antes de que Dios nos formará en el vientre de nuestra madre, Dios planeó y creó todas las cosas por Su palabra y voluntad miles de años atrás. Cuando Dios creó los cielos y la tierra, habían cosas que aún no habían tenido su resultado final, un ejemplo es el día. Primero era llamada “luz”. De manera que el día no podía tener otro nombre, por que desde la fundación de todas las cosas, Dios ya había predestinado llamarla “día”. Y eso es exactamente lo que pasa muchas veces con nosotros. Habrán cosas que no hay manera de que cambiemos su final porque Dios así ya lo había determinado. El capítulo 1 del Génesis está lleno de palabras tales como ” Y fue así… y vio Dios que era bueno”, y esto nos hace recordar que su voluntad es buena, es agradable y que así será hecho.
El mismo Jesús entendió estas cosas. Jesús supo lo que era orar angustiado y triste. Nuestro amado Jesús supo lo que era pedirle al Padre un cambio de planes o de “voluntad”. Nuestro Señor supo lo que era ver pasar los días y que nada cambiará, que al contrario, empeora. Jesús vivió en carne propia el pedir por lo mismo varias veces, con ruego, y escuchar tan solo el silencio. Se sintió solo… Tanto así, que expresó a sus discípulos lo triste que se sentía y les pidió que lo acompañaran en oración (Mateo 26:36-46).
Jesús reconoció el poder que tenía el Padre para que todo cambiara (Marcos 14:36), pero a pesar de todas estas cosas en las que estoy segura que te sentiste identificada en muchas de ellas, sino en todas, hubo una oración clave y fue “pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lucas 22:42). Espera, ¿Qué pasó aquí? ¿Es el mismo Jesús que dijo que nuestra fe mueve montañas, el que ahora está pidiendo y clamando al Padre para que haga algo? ¡SI, EL MISMO! Pero hasta Jesús, el hijo de Dios, entendió que la voluntad del Padre está por encima de todas las cosas. ¿Le falló Dios al no concederle lo que le pidió? ¡Para nada! Recordemos que nuestro Señor estuvo en condición de hombre al 100%, el detalle está en que el pensamiento de Dios fue mayor que el de Jesús en ese momento (si, tu mente acaba de asociar lo que leíste al principio). No es que dejaremos de presentarle al Padre nuestras peticiones, pero luego de hacerlo, expresarle a Dios que estamos dispuestos a que, por encima de nuestro deseo, se haga Su voluntad.
En Mateo 26:53-54 pasa algo muy poderoso y digno de imitar. Es el momento de arrestar a Jesús y uno de sus discípulos salió a herir a uno de los guardias con fin de impedir el arresto. A Jesús ver esto, le reprendió y le dijo “Acaso piensas que no puedo ahora ORAR a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” (vr 53) O sea… Jesús no dudo del AMOR DEL PADRE. Sabía que Su fidelidad era capaz de escuchar su oración y mandarle respaldo y apoyo para acabar con esa situación, ¡De una vez por todas! Pero hay una sumisión que el Padre te quiere enseñar HOY:
“Pero, ¿Cómo entonces se cumplirían las escrituras, de que es necesario que así se haga?” (vr 54).
¡Wow! El Rey de Reyes se sometió a la voluntad y a la palabra del Padre, y ¡Qué final tan glorioso tuvo que aún hoy en día gozamos de ello! No se rebeló a lo que ya, desde el cielo, se había determinado para que pasara. En la Biblia se hablaba de este momento cientos de años atrás. De manera que quedo claro que era algo que ya no se podía cambiar por medio de la fe. Tenia un propósito divino. Y si Él lo hizo y lo aceptó, ¿Quienes somos nosotras para no hacerlo?
Cuando Jesús se rindió al Padre en esta oración, un ángel vino a fortalecerle (Lucas 22:43). ¡Dios aprieta pero no ahorca! El amor y la fidelidad de Dios es para contigo SIEMPRE. Jamás lo dudes. Pensamientos de bien y no de mal tiene el nuestro Dios para nosotras. Recuerda que “a los que aman a Dios, todas las cosas le ayudan a bien, esto es a los que conforme con Su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
Para finalizar, te diré como me dijo mi esposo un día: “Sea buena o mala, esa situación te ayudará a crecer, a madurar, te llevará a otro nivel. Ya no le pidas a Dios que todo salga bien y perfecto. Empieza a pedirle que se haga Su voluntad, que esa sí es buena, es agradable y es perfecta” -Mey
Descansa en ÉL, espera en Jehova.