Sublime Gracia
La gracia de Dios: Un regalo inmerecido
Los que conocen a Cristo han experimentado algo similar. Todos merecemos ser castigados por quebrantar las leyes de Dios (Eclesiastés 7:20); pero en su gracia, el Señor envió a Jesús para que no tengamos que sufrir las consecuencias de nuestro pecado y vivir separados de Él para siempre (Romanos 6:23). «En [Jesús] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (Efesios 1:7).
Algunos dicen que la gracia es «amor en acción». Después de atravesar esa situación, aquella madre señaló: «¡Estaré agradecida de por vida! Además, en cuanto pueda, le devolveré el dinero». ¡Esta agradecida respuesta de corazón es un ejemplo inspirador para quienes hemos recibido el regalo de la gracia de Dios!
Dios nos ha dado más de lo que merecemos por medio de Cristo. Por nuestro pecado, merecemos la muerte (Romanos 3:23), pero «siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8). Entendemos la gracia de Dios cuando reconocemos su grandeza, ya que Él se humilló a sí mismo en la cruz para darnos esperanza y un mejor futuro (Filipenses 2:5-11).
Éramos indignos, pero Jesús que es intachable y santo, dio su vida para que pudiéramos escapar del castigo por nuestro pecado y un día vivir para siempre en el cielo con El. La vida eterna es un regalo de Dios. No es algo que ganamos con nuestro esfuerzo.
Somos salvos por la gracia de Dios, por la fe en Cristo (Efesios 2:8-9).
La gracia y la misericordia de Dios son bendiciones inmerecidas.
Jennifer Benson Schuldt
Entendamos el costo
Hace poco le compré a mi hijo de dos años un par de tenis nuevos. Estaba tan contento que no se los quitó hasta la hora de dormir. Pero al día siguiente, se olvidó por completo de ellos y se puso sus sandalias viejas. En ese momento me dije a mí misma: «Ojalá supiera cuánto cuestan las cosas». Los tenis eran caros pero un niño pequeño no entiende nada sobre las horas de trabajo, ni cómo nos sacrificamos para comprarles las cosas.
Un niño recibe los regalos de buena manera, pero sabemos que no se puede esperar que aprecie plenamente el sacrificio que hacen sus padres para darles cosas nuevas. A veces nos pasa lo mismo, con brazos abiertos recibimos los regalos de Dios y sus infinitas misericordias, pero en realidad ¿Somos agradecidos? ¿Consideramos el precio que Cristo pagó en la cruz para limpiar nuestros pecados?
El costo fue muy alto más que «cosas corruptibles, como oro o plata» (1 Pedro1:18-19). Se requirió «la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación». Jesús dio su vida, y pagó un alto precio para transformarnos en parte de su familia. Cuando entendemos el costo de nuestra salvación es que aprendemos a ser verdaderamente agradecidos.
La salvación es altamente costosa, pero infinitamente gratuita.
La salvación no es solo una promesa de vida eterna con Dios, sino también una experiencia cotidiana de perdón, seguridad, provisión y gracia en nuestra relación con Él. Aunque la influencia de algunos artistas y escritores puede durar siglos, Jesucristo es el único cuya vida y obra trascenderán el tiempo. Esta es nuestra promesa que Jesús, el Hijo de Dios que trasciende el tiempo es el único que puede darnos vida eterna. Él afirmó ser «el pan que descendió del cielo el que come de este pan, vivirá eternamente» (Juan 6:58).