Cuando el orgullo te impide recibir la ayuda de los demás
Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso. 2 Corintios 11:9
Era ya muy tarde y estaba lejos de casa. Me encontraba con mis compañeros de ministerio en nuestra acostumbrada reunión semanal de planificación. Uno de ellos servicialmente nos daba una “bola” a quienes vivíamos lejos, pero ése día no podía hacerlo, y habíamos acabado muy tarde debido a que la reunión se extendió más de lo pensado.
Mis amigos me externaron que me pagarían un taxi para llegar más segura a mi hogar, esa información cambio mi actitud. Me rehusaba a tener que ser una carga para ellos, no soportaba la idea de que ellos tuvieran que suplir para mí. Si hubiera sabido que nos iríamos muy tarde, me hubiera retirado antes, para llegar por mí misma de vuelta a casa, sin afectar al resto del grupo, no quería que se sacrificaran por mí.
Ahora, ¿ves el problema con mi actitud? A simple vista parece muy piadosa, es decir, me estoy preocupando por ellos, no quiero que incurran en gastos por mí. Pero, ¿realmente es la actitud correcta? ¡Claro que no! Te diré 3 razones de porqué actué mal:
1. No fui humilde
El humilde actúa sin orgullo, reconoce sus faltas, debilidades y necesidades. Fue muy orgulloso de mi parte no querer recibir la ayuda que me estaban ofreciendo, sabiendo que realmente la necesitaba. Al examinarme pude ver que el problema no era el taxi, no era la hora, (a pesar de que era muy tarde para tomar transporte público sola) y tampoco era el dinero, el problema era mi corazón. Era el hecho de no querer ser una carga para los demás, era el no poder sentirme en control de mi situación.
2. Yo hubiera hecho lo mismo
No estaba con personas extrañas, ellos eran mis amigos, mis hermanos en la fe, y compañeros de ministerio. Si a alguno de ellos se le hubiera presentado la misma situación yo también estaría de acuerdo en ayudarlo, y evitar que tenga que irse a su casa inseguro. Ellos estaban cuidando de mí, mientras que yo, con mi conducta solo reflejaba ingratitud.
3. No quería recibir su bondad.
Como una familia y cuerpo de Cristo, los creyentes estamos llamados a demostrar amor fraternal, a ser bondadosos, ayudar a quienes tienen necesidad, y como dice Gálatas 6:10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. Así que todo lo que ellos estaban haciendo era obedeciendo la Palabra de Dios.
Al final…
A pesar de todo, sí regresé en taxi, aunque me sentí un poco avergonzada por creer que fui una carga. En los días siguientes recibí llamadas de algunos de ellos, quienes me exhortaron y amonestaron en amor, para hacerme entender que fui muy orgullosa, me ayudaron a ver que realmente no debo volver a conducirme de esa manera. Me enseñaron que ser una carga es abusar del otro, hacerse la víctima y sacar provecho de los demás, sin tener necesidad o pudiendo esforzarse uno mismo para lograrlo, y todo lo anterior no se aplicaba a mí. Ellos me hicieron ver todo el amor que me tienen, y la bondad que me ofrecieron y me ayudaron a recapacitar, para que en otro momento yo pueda tener gratitud y gozo cuando alguien supla mis necesidades.
¡Qué grandioso es tener amigos así!
No olvides ofrecer amor a través de buenas obras hacia los demás, pero también sé lo suficientemente humilde para recibir con gozo y alegría la ayuda de tus hermanos en la fe.