La libertad de confesar
¿Cómo te sentirías si una persona muy cercana a ti, alguien que cuenta con tu confianza y amor, hace algo que te desagrada justo al frente tuyo y va hacia a ti queriendo conversar como si no ha hecho nada? creo que no lo tomarías muy bien… a decir verdad yo tampoco. Ambas etiquetaríamos a esa persona de hipócrita y cínica.
Y ¿qué pasa si te digo que tú has sido esa persona alguna vez? ¡ouch! duele, ¿verdad? Yo también lo he sido.
Quiero que hablemos sobre la confesión de pecados. Si al igual que yo has creído en Cristo como tu Salvador, la gloriosa verdad es que somos libres, somos perdonadas en Él una vez y para siempre. Sin embargo, aunque el pecado ya no es parte de nuestro andar, lo cierto es que aún hay momentos en que pecamos. Cometemos un acto desagradable para Dios justo al frente suyo, porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová (Prov. 5:21) además los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos. (Prov. 15:3). Así que cuando pecas, pecas contra Dios y pecas delante de Dios.
Arrepiéntete de tu pecado
Si al desobedecer a Dios, luego te invade un gran pesar, quiero decirte que vas por buen camino. Una de las evidencias de que Dios nos ha dado un nuevo corazón es que nos duele pecar, nos duele fallarle a Dios. Nos sentimos arrepentidas y nos entristecemos. Pero sentirnos tristes por haber pecado no es suficiente.
Necesitas confesar tu pecado
Una vez escuché en una predica que la palabra confesar, en griego (homologeo) significa, entre otras cosas, estar de acuerdo con Dios, decir lo mismo que Él, en otras palabras admitir. La esencia de esto es que Dios ya sabe tu pecado y ya lo ha categorizado como tal. Ahora, es muy importante tener en mente la observación que hace Charles Leiter:
Si cometo pecado, soy consciente de mi pecado como hijo, no como un criminal condenado, y confieso mis pecados a Dios como un hijo a su padre, no como un criminal confiesa al juez. Vengo con confianza al lugar santo por la sangre de Jesús.
Al confesar, no solo vas con tristeza y arrepentimiento delante de Dios sino también con confianza y honestidad. Tener pecados sin confesar obstaculiza nuestra comunión con Dios, así que acércate a tu Padre y sé específica, no solo ores diciendo: Señor, perdona mis pecados. Eso no es confesar. Ora diciendo: Señor, confieso que hoy mentí, tuve envidia, murmuré, sea cual sea el o los pecados que hayas cometido dilos tal cual. Recuerda que Dios ya lo sabe…
Lo maravilloso de confesar nuestros pecados es el carácter de Dios. Él promete ser fiel y justo, Él promete perdonarnos.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
dije: confesaré mis transgresiones a Jehová;
y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Salmos 32:5
Apártate de tu pecado
Si sentiste un arrepentimiento genuino no querrás cometer ese pecado nunca más, por lo tanto te esforzaras en mantenerte lejos de pecar, te apartaras con todas tus fuerzas de él.
El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. Proverbios 28:13
Haz de la confesión de tus pecados un elemento imprescindible de tus oraciones a Dios, se sincera con Él y contigo. Reconoce que has fallado y no permitas que tus pecados sin confesar destruyan tu relación diaria con Dios. El enemigo te atacará y llenará de vergüenza, pero recuerda que tu padre promete perdonarte. Te aseguro que al confesar tus pecados experimentaras la libertad de correr tu carrera cristiana sin cargas pesadas.